Llovía, eran las cinco y media y llovía, que ganas de mojarme, aunque solo sea un ratito. Y como el café que esperaba me ha salido rana, he decidido, convertirme en anfibia por un par de horas. Me gusta dedicarme un ratito cuando llueve.
He subido con el coche toda La Castellana, para luego bajar andando, mojándome, dejándome empapar por una lluvia fina, que paso a paso ha ido haciéndose cada vez más fresca y persistente...
¡Qué maravilla! Y yo sin paraguas, menos mal que nunca llevo paraguas...
He ido caminando, despacio, fijándome en como camina, con prisas, la gente cuando llueve, y como me miran extrañados al ver que yo...
He ido pensando en mis fantasmas, en el famoso implante lumbar... y sobre todo, en qué hacer para no sentir, que todo me viene grande.
Y como no, de las alas, mis pensamientos mojados, se han ido a las ganas que tengo de aprender a volar.
He pensado también en personas, y mientras la lluvia ha calado mi gabardina negra, y me he empezado a sentir entumecida, no me extraña, son más de las siete...
Pero me gusta charlar con la lluvia, me habla susurrando. Aunque me suele decir palabras que no quiero oir. Siempre me habla en imperativo pero, susurrando, como me gusta a mí.
Esta lluvia mortecina me ha traído hasta París.
2 comentarios:
No te hace falta ir a Paris, para mojarte, intenta hacer cada día algo que lo haga especial.
Tengo muchas ganas que nos mojemos juntos.
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