sábado, 28 de junio de 2008

LOS OJOS DORMIDOS I Y II

I

El ojo amanece hinchado en una ciudad ajena
la poesía surge libre de toda higiene
tercamente insalubre
si fuese más limpia me sentiría mejor.


La perfección se extiende como una pestilencia
por todos lados, menos por mi cuerpo,
ese que tiene la enfermedad real
en otro tiempo la poesía hubiera sido
para los días de pereza
cuidadosamente sucia como un cubo de basura
abierta a todo desorden, a todo desperdicio,
pero hoy no, hoy todo lo que me rodea se columpia hermosamente
sobre su propia balanza, ayer y anteayer,
se reflejan como una niña asomada
a su propia sombra
solo el cuerpo se enrarece,
se haya amenazado por su propia peste,
es el triunfo engañoso de la imagen,
a través de la ciudad todas la cosas
extienden su desprecio,
sobre la terrible ceguera del ojo llagado,
y herido en su cubierta despreciable,
en su párpado pesado de carnicería,
el ojo ofrece su vergüenza y cae
sobre su propio peso,
sin embargo no es suficiente esta entrega.

II

Si hoy me desvistiera,
borrando las palabras de un lado,
clavando las otras en mis pies,
hundiendo en mi delirio, las fosas nasales
tal vez, me reconocería en esta imagen,
que me descubre el amanecer.

Cada mañana el ojo legañoso
de la imagen se justifica,
y a media luz observa su pasado,
la marea del acantilado invita a un vuelo interminable
en medio de la noche,
alimentándose de nuestras sobras,
es cierto, en la necesidad no hay pudor.


Párpado turbado en un parque,
no te extingas, más bien, escupe tu amorosa
pestilencia sobre mi vientre para olvidar
la poesía y purificarme
.

1 comentario:

Jesús dijo...

Bello poema que me ha fascinado. Surrealismo y un texto magnífico. Enhorabuena.